“Es curioso que se le denomine sexo oral a la práctica sexual en la que menos se puede hablar.”
Woody Allen

 

Como ya se ha mencionado en artículos anteriores y, como la anatomía y la biología mismas lo evidencian, el sexo nace con nosotros. Viene ligado a nuestra fisionomía, e instintivamente, nos exhorta a accionar con cada extremidad de la que disponemos, liberando así un montón de sustancias químicas encargadas, a su vez, de alivianar el estrés e incrementar, lo creamos o no, nuestro buen estado de salud. Pero esto, valga recordar, no sólo atañe al hombre (al ser humano), sino también a todos los seres vivos; a plantas; animales y organismos a los que, parcial o imparcialmente, se les ha designado un género, una sexualidad y, por ende, una especie X. El sexo es un campo de estudio infinito, cuya materia de análisis no sólo es el cuerpo. De éste también merecen interés los sentidos que constituyen el hecho de «ser» o «existir». La observación, el olfato, los sabores; las texturas incluso hacen parte de este todo con el que, además, los chimpancés o murciélagos (por ejemplo) se exploran a sí mismos, irrumpiendo con ese itinerario cotidiano que tanto nos asecha. Estos últimos, según un estudio realizado por investigadores chinos del Instituto Entomológico de Guandong y por la británica Gareth Jones, de la Universidad de Bristol, pese a que no tienen total conciencia de la sexualidad y de un orgasmo, por ejemplo, realizan prácticas tan comunes como el sexo oral; esto, con el mero propósito de prolongar la denominada «cópula» y, pues, a lo sumo, disfrutar mucho más de ello aunque, se insiste, no se tenga prueba que haga verídico el hecho de ser conscientes o no de tal cosa; pues, hasta ahora, se define como algo más bien «lúdico». Y si ellos lo practican, con o sin suma consciencia, quiere decir que en realidad es algo natural y beneficioso. Nosotros, por otra parte, lo hacemos con un tanto más de morbo. Nos damos a ello con un objetivo instintivo pero controlado; con la meta de disfrutar, en su mayoría, y de conocer, explorar, jugar con los propios atributos de los que la naturaleza nos ha dotado.

El sexo oral es pieza imprescindible dentro del acto sexual. Con él se logra el éxtasis de ambas partes (o más, si así se quiere). Sumado a caricias, besos y gestos de este tipo, se estimula la excitación y se permite la lubricación de los genitales, suficiente como para generar una mejor penetración y estarse más dispuestos el uno para con el otro. Así mismo y, con base en un estudio realizado en la Universidad Estatal de Nueva York, se infiere que el semen cuenta con propiedades tales como el cortisol, la estrona y la oxitocina; todas, acreedoras de un mejor estado de ánimo, humor y sentido de empatía; igualmente, se encontró que este fluido contiene una sustancia llamada Melatonina, por lo que el sueño se ve afectado muy positivamente. Y, como si fuera poco, evita la preeclampsia, una especie de hipertensión dada en las mujeres, específicamente, durante el embarazo.

En general, los preliminares al coito sexual son de suma importancia; sin embargo, puede decirse sin temor alguno que el sexo oral o, más en concreto, el empleo de la boca, los labios y la lengua, se gana el Premio Nóbel en esta categoría. Sus beneficios son, evidentemente, sinónimo de fortalecimiento, no sólamente físico, sino interno y mental. Uno físico, para encantar y tentar aún más a nuestros lectores hombres o que, en su defecto, simplemente tengan falo, es el aumento de erecciones y la prolongación de las mismas.
Como ven, queridos lectores, éste es un invento más de la naturaleza, de dios, del universo, o como prefieran considerar, pero, al cabo, invento necesario para perpetuar nuestras relaciones sentimentales y deseos pasionales en el tiempo; para elevarles a la cúspide máxima de lo indecible, lo innombrable e impensable. Así que, si no lo han hecho, sea por falta de autoestima, inseguridad o pudor, pues es momento de recordarles que nunca es tarde para hacer algo y que, sobre todo, en el sexo, estos factores de riesgo (porque así lo son) deben ser eliminados de sus mentes y poner a prueba todo aquello que, conocido o no, puede disfrutarse de muchas formas.

En definitiva, el sentido del sexo, como ya se mencionó previamente, va más allá del cuerpo mismo. Abarca el placer en su máxima expresión, pero también el olvidarse de tabúes, vergüenzas o afecciones que nos impiden mirarnos y sentirnos como seres vivos sexys, merecedores de que nos cubran los ojos, nos besen, aprieten, muerdan, masajeen y nos hagan, precisamente lo que se convierte en este mismo instante en el foco de atención: un muy buen sexo oral, digno de recordarse conforme se esboza una enorme sonrisa de picardía (o amor) en el rostro y se iluminan los ojos, al punto de irradiar, hasta en la noche más profunda y, aunque suene abruptamente poético, luz y erotismo no convencionales.

 

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