El psicoanálisis es una disciplina científica desarrollada por el médico austriaco Sigmund Freud en el año 1896.

Freud es mundialmente conocido por haber estudiado la sexualidad humana desde diferentes puntos de vista. Hay que tener en cuenta que en el psicoanálisis no es lo mismo la sexualidad que la genitalidad. La primera es un concepto amplísimo, que abarca diferentes modos de relacionarnos con los demás, incluyendo por supuesto lo genital; es decir, la penetración o el coito. Por otra parte la genitalidad se considera como el desarrollo y práctica de la sexualidad y las relaciones sexuales centradas únicamente en la búsqueda del placer físico en los genitales.

Sus teorías sirvieron como punto de partida para reflexionar y construir una actitud crítica respecto a la sexualidad humana, pues para Freud, el sexo comienza desde que nacemos y se manifiesta de diferentes maneras. Es por esto por lo que en los estudios del psicoanálisis se habla de sexualidad oral, anal, fálica y genital.

Freud menciona que los comportamientos de una persona responden a la búsqueda de una satisfacción no sólo física sino también psicológica.

Desde el nacimiento el psicoanálisis considera al cuerpo como un órgano dispuesto a recibir satisfacción placentera, compuesto por 4 zonas erógenas que se desarrollan en el crecimiento de una persona.

La primera zona erógena es la oral, donde la satisfacción placentera se produce a través de la boca, que representa el fumar, beber en exceso, el pesimismo, el optimismo, la pasividad y la manipulación. La segunda zona erógena es la anal, que produce satisfacción por retención o no de heces a partir del control de esfínteres. Representada por la pulcritud, la puntualidad, la suciedad, la vaguedad, la estrechez, la expansividad, etc. La tercera zona es la fálica, que es la base para la formación de la autoestima y la autoimagen, donde el placer se obtiene directamente del cuerpo y la forma en que   se   le   percibe. Denotando valentía, vergüenza, elegancia, sencillez, docilidad y aislacionismo, promiscuidad y la castidad. La cuarta es la latencia, donde no hay zona erógena específica, para asimilar cultura e identidad de género. La quinta zona erógena es la genital, ya que en donde el placer sexual se produce por medio de los genitales. Se fija la productividad y a la vida sexual, el trabajo compulsivo, desagrado por el trabajo o por la escuela y sus obligaciones, el odio indiscriminado y el amor excesivo.

Es preciso destacar que, para el psicoanálisis la sexualidad no comprende en exclusiva al coito, sino todas aquellas sensaciones placenteras de la piel. Freud observó que en distintas etapas de la vida de una persona diferentes partes de la piel brindan placer y éstas son llamadas zonas erógenas.

Lo primero que Freud planteó es que la sexualidad abarca mucho más de lo que es la genitalidad, ya que es indiscutible que hay situaciones en las que está en juego el placer sexual y no el acto sexual en sí mismo.

Otra importante aportación de Freud es el concepto de pulsión que se opone al de instinto. Del lado de la pulsión está el placer, el deseo, la afectividad, el erotismo, la sexualidad y el amor.

Para Freud, las metas del placer y de la procreación no son las mismas; el placer sexual puede surgir
 de cualquier zona del cuerpo y está íntimamente vinculado a su concepto de pulsión.

A la energía sexual Freud la llamó libido porque esta palabra significa ganas y deseo. Esta energía sexual, la libido, nace con los seres humanos, por lo tanto es erróneo pensar que la vida sexual del ser humano empieza en la pubertad.

El psicoanálisis ha sido desde sus orígenes una teoría y una disciplina establecida en torno a la sexualidad. La obra de Freud propuso que el inconsciente es sexual, y en base a ello se plantean una serie de nociones con las que aquel va ampliando y desarrollando tal definición elemental de la teoría: sexualidad infantil, principio del placer, masoquismo primario, autoerotismo, pulsión sexual, son algunos de los más relevantes y difundidos.

La sexualidad en el psicoanálisis se refiere al placer en el sentido amplio, a sus fuentes y a cómo los sujetos humanos buscan obtenerlo. La sexualidad genital adulta es sólo una expresión de algo mucho más complejo.

Desde la perspectiva psicoanalítica es posible sustentar que no hay acontecimiento personal, vivencia psíquica o experiencia emocional en el transcurso de la vida de una persona en el que la sexualidad no esté presente, pues esta constituye el núcleo del deseo y la motivación principal de las acciones humanas.

La sexualidad está ligada a la persona y su investigación es el objetivo de la indagación psicoanalítica. Es evidente que la sexualidad está asociada al amor y al erotismo y a la existencia de las personas, pues la sexualidad es el vínculo erótico con el otro y el mecanismo biológico de reproducción exclusivo en el género humano. La sexualidad está al servicio de la vida y de la propagación de la especie. Asimismo, es un componente inevitable de las relaciones afectivas y un atributo central de la identidad individual.

En su tiempo Freud abarcó ampliamente la sexualidad en términos generales con buenas razones y en su libro titulado “Tres ensayos sobre la teoría sexual” encontró la conexión íntima entre la sexualidad infantil, la perversión y la llamada sexualidad normal del adulto. Sin embargo, el uso que hace del término ha conducido hasta nuestros días a una falta de claridad en el psicoanálisis y en la comprensión de este a través de su medio ambiente.

Para el psicoanálisis la sexualidad incluye aspectos psicológicos y biológicos, mientras que la genitalidad se refiere a los órganos genitales y a la procreación.

En la experiencia psicoanalítica, la palabra sexualidad no designa solamente las actividades y el placer dependientes del funcionamiento del aparato genital, sino toda una serie de excitaciones y de actividades que producen un placer que no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad fisiológica fundamental y que se encuentran también a título de componentes en la forma llamada normal de todo amor sexual.

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