Se estima que el 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres, pues una de cada cinco mujeres en el mundo vive en condiciones de extrema pobreza. La pobreza aumenta la violencia que se ejerce contra las mujeres y las niñas ya que ellas se enfrentan a múltiples formas de discriminación y como resultado también sufren un mayor riesgo de violencia.

Las mujeres y niñas que viven en la pobreza son más vulnerables a la explotación sexual, incluida la trata de seres humanos y la venta, con el fin de ser utilizadas para la prostitución, para pedir limosnas o para matrimonios forzados. Muchas son empleadas como personal de servicio doméstico y otras son entregadas por una suma considerable de dinero a padres que quieren adoptar.

Las mujeres y las niñas están más expuestas a sufrir pobreza económica en todo el mundo. Esto quiere decir que la pobreza aumenta la brecha de género y esta genera a su vez más pobreza. Un círculo que no es fácil romper.

El acceso de las mujeres a la propiedad, la vivienda o las finanzas sigue siendo muy difícil en muchas zonas del planeta. En algunos países, por ejemplo, las mujeres tienen que pedir permiso a su padre, hermano o marido para abrir una cuenta bancaria. En otros países, las legislaciones pueden restringir su capacidad para heredar tierras o pedir préstamos.

Esta falta de acceso igualitario a las finanzas es una barrera para salir de la pobreza en la que se encuentran muchas mujeres e impide que tengan plena autonomía para tomar decisiones sobre sus propias vidas.

Por otro lado, la falta de acceso a la educación también genera pobreza y esta, al mismo tiempo, aumenta la probabilidad de no acceder a una educación. De nuevo, el círculo de la pobreza y la brecha de género se presentan.

En el mundo aproximadamente 15 millones de niñas no asisten a la escuela primaria y en la adolescencia, muchas de ellas tienen que abandonarla debido a embarazos siendo muy jóvenes o al trabajo doméstico. Algo similar ocurre con muchas universitarias.

Las mujeres en el mundo enfrentan hoy más pobreza, más desempleo, más dificultad de acceder al mercado laboral, más horas de trabajo no remunerado y más malas condiciones de seguridad social que los hombres.

También, aun teniendo el mismo o un mejor nivel educativo que los hombres, las mujeres tienen menos oportunidades para ingresar al mercado laboral y ser bien remuneradas.

La pobreza es la causa principal de la prostitución y también fomenta y alimenta la profesión más antigua del mundo, entendida ésta como “la actividad en la cual una persona intercambia servicios sexuales a cambio de dinero”, pues aproximadamente el 80% de seres humanos que pasan por las redes de la prostitución son mujeres, muchas de ellas niñas. Algunas son secuestradas, manipuladas, engañadas y explotadas por las mafias de traficantes que les ofrecen oportunidades mejores condiciones de vida y trabajo en otro país y sin embargo terminan dentro del mundo de la prostitución y la trata de blancas.

También en algunos países del mundo los padres no tienen otra opción y se ven obligados a vender a sus hijas, dejándolas en manos de traficantes, porque sus bajos ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades de su familia.

La mayoría de estas mujeres no salen jamás de ese mundo, también debido a la pobreza, ya sea porque tienen que mantener y cuidar a su familia o porque tienen que pagar deudas a quienes las están explotando.

Es un hecho que la prostitución, la trata y el tráfico de mujeres están íntimamente relacionados, pues la vulnerabilidad, marginación, abandono y pobreza son las causas que llevan a muchas mujeres a la prostitución.

Fenómenos como las migraciones son también motivo de pobreza y prostitución, así lo ha visto Colombia en los últimos años con la migración de mujeres venezolanas.

La prostitución de las niñas se ha vuelto algo común y un gran problema para la sociedad, pues ella genera otras modalidades de criminalidad como la trata de personas, el tráfico de drogas y la violencia sexual. Las menores de edad, por lo general, provienen de hogares en condiciones de máxima miseria a causa de la pobreza extrema en la que viven, por eso se ven obligadas a ofrecer servicios sexuales para conseguir algo de dinero, volviendo esta actividad en un negocio lucrativo. Para algunos esto no es más que un comercio sexual por supervivencia.

Toda esta la violencia de género que sufren millones de mujeres en el mundo se fundamenta en una cultura en la que los hombres tienen poder sobre las mujeres, pues las creen inferiores y de su propiedad, además que consideran que el cuerpo de las mujeres es una propiedad masculina.

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