Durante siglos se consideró el ejercicio del poder político como exclusividad masculina, por eso las mujeres han tenido que atravesar diferentes desafíos para conseguir ser sujetos de derechos políticos a lo largo de los siglos.

Aunque las mujeres han logrado avances notables en muchas profesiones, la política no es una de ellas. A través de la historia han sido pocas las mujeres que han gobernado, podemos mencionar tal vez entre ellas a Isabel de Castilla, Margarita de Austria, Ana Bolena e Isabel de Inglaterra, entre otras.

Es indiscutible que las mujeres aportan a la política puntos de vista, aptitudes y perspectivas diferentes que ayudan al mundo político. A pesar de eso, las mujeres tienen poca representación no sólo como votantes, también en los puestos directivos, ya sea en cargos electos o en la administración pública. Esta realidad no es consecuente con su innegable capacidad como líderes y el derecho que tienen a participar por igual en los cargos del estado.

Tal vez esto se debe a que las mujeres siguen estando marginadas en todo el mundo de la esfera política, del sector privado o la academia, como resultado de leyes, prácticas, actitudes y estereotipos de género discriminatorios, bajos niveles de educación, falta de acceso a servicios de atención sanitaria, y debido a que la pobreza las afecta de manera excesiva. Esto significa que las mujeres tienen menos esperanza que los hombres de tener la educación, los contactos y los recursos necesarios para convertirse en líderes políticas.

Sin embargo, algunas mujeres han conseguido superar estos obstáculos, y han ocupado importantes cargos, ya sea como presidenta (Michelle Bachelet, en Chile dijo que “si una mujer entra a la política, cambia la mujer, si muchas mujeres entran a la política, cambia la política”); está también como Primera Ministra (Margaret Tatcher, en Inglaterra) o como Canciller (Angela Merkel, en Alemania).

En el 2022, por ejemplo, en tan sólo 28 países del mundo había mujeres ocupando el cargo de Jefas de Estado o de Gobierno.

Es necesario entonces garantizar un acceso equitativo de las mujeres a las esferas políticas, como votantes, candidatas, representantes electas y funcionarias públicas, pues la participación política de las mujeres es un derecho fundamental, y asegurar su ejercicio es una obligación de los estados. Solo si son incluidas de manera proporcional en los espacios políticos se podrá avanzar en la consolidación de la verdadera democracia.

En Colombia hay enormes deudas pendientes con respecto a la participación política de las mujeres, pues no hay igualdad de condiciones en la competencia política. Por ejemplo, aunque el país ha tenido varias vicepresidentas, en 200 años de vida republicana, jamás ha habido una mujer que haya ocupado la presidencia de la república. Algo similar pasa en el Congreso de la república, dónde en el Senado apenas el 21% son mujeres y en la Cámara de Representantes son sólo el 19%.

Los datos sobre 136 países muestran que las mujeres constituyen el 34% de los miembros de los cuerpos deliberativos locales. Sólo dos países han alcanzado el 50% por ciento, y en otros 20 países, más del 40% de los funcionarios públicos son mujeres.

Uno de los casos más destacados es el de Rwanda, un país ubicado en África Oriental, dónde el 61% de los parlamentarios son mujeres, lo que coloca a este estado como el primero en el mundo en términos de representación de las mujeres en un parlamento.

La meta común adoptada internacionalmente es lograr la participación política y distribución equilibrada del poder entre hombres y mujeres en la toma de decisiones. La mayoría de los países del mundo no ha logrado el equilibrio de género y son pocos los que han establecido o cumplido metas ambiciosas respecto de la igualdad entre los sexos.

Existen pruebas firmes y cada vez más numerosas de que la presencia de mujeres líderes en los procesos de toma de decisiones políticas mejora dichos procesos. Por ejemplo, una investigación en la India puso en evidencia que el número de proyectos de abastecimiento de agua potable en zonas donde dichos consejos están liderados por mujeres era un 62% mayor que en el caso de aquellas cuyos consejos están liderados por hombres. En Noruega, por su parte, se encontró una relación de causalidad directa entre la presencia de mujeres en los consejos municipales y la cobertura de la atención infantil.

En España, la participación de las mujeres en la toma de decisiones y en el Parlamento llega a más de un 30%, lo que ha dado lugar no solo a un amplio enfoque legislativo para combatir la violencia contra la mujer, sino que también ha traído consigo un importante componente de control y seguimiento de la acción del Gobierno.

Hoy las mujeres son a menudo líderes dinámicas y promotoras del cambio que impulsan a las demás mujeres y a los hombres a participar, reivindicar sus derechos, fortalecer las comunidades y proteger el planeta. Su participación es fundamental para la gobernanza democrática. Sin embargo, todavía tienen mucho camino por recorrer para conseguir la igualdad de representación en puestos de poder y liderazgo en los gobiernos del mundo.

En definitiva, se necesitan más mujeres en la política, en el ejercicio del poder y la toma de decisiones, aportando en las decisiones político-administrativas de sus países, pueblos y ciudades. Con ello, no sólo se les da la oportunidad de reivindicar el derecho que tienen de elegir y ser elegidas, sino en darle soluciones a sus problemas desde una perspectiva femenina. Además, se ha comprobado que las mujeres que ejercen cargos políticos se preocupan más por el bienestar social, la protección jurídica y aumentan la confianza en los gobiernos.

Juan Guillermo Londoño Berrío

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