“Hay que ser infiel, pero nunca desleal.”

Gabriel García Márquez

 

Desde pequeños, se nos ha inculcado la premisa de ser “racionales”, de hacer lo que debe hacerse y “no caer en la tentación”. Se nos ha impuesto la idea de relacionarnos con personas de nuestra misma edad; esto, incluso, dentro del campo social común o, como normalmente le llamamos: círculo de amigos. Pero bueno, el trasfondo de todo esto, más que saber diferenciar entre quiénes son o no amigos nuestros, es analizar, si es que en verdad se debe pretender hacerlo, el por qué de establecer una relación sentimental y / o pasional con una persona (mujer u hombre) mayor. Ahondar en ese mundo, quizás, oscuro (desde una percepción socialmente generalizada) en el que una mujer u hombre acceden al hecho de enamorarse o simplemente frecuentar ciertos actos de índole sexual con personas mayores; es decir, personas maduras, experimentadas, probablemente ya centradas y decididas en cuanto a lo que a sus vidas respecta. Y es que ése es uno de los puntos primos por los que una persona “madura” llama un tanto más la atención que una persona joven; es mucho más seria, cosa que no le exime de tener buen sentido del humor; pues, de hecho, suelen – inclusive – ser mucho más puntuales en este aspecto y jugar más sabiamente con temáticas determinadas. Además, debemos ser sinceros, y aceptar que el sexo con una persona ya “entradita en años” es mucho más candente que con un hombre (o mujer), por ejemplo, que apenas ha venido experimentando su sexualidad. Los juegos previos toman relevancia. Elementos tan simples como la luz de una vela; una buena lista de canciones que te adhieren absolutamente al momento; una buena copa de vino; una conversación que gire en torno a lo que ambos, por ejemplo, tienen o hacen en común. Todo esto se vuelve supremamente adictivo (hablando en el buen sentido de la palabra) y, de paso, nos permite conocernos y aprender a conocer al otro sin temores y estando más seguros de nosotros mismos. Porque es que, cuando se llega a cierta edad o, más específicamente, a los cuarenta, la visión de las cosas cambia y, por tanto, el trato que se le ofrece a otras personas; las palabras, lo que se piensa, lo que se hace, se torna más interesante.

 

Ustedes dirán: pero es que esto de las relaciones con personas mayores se ha venido dando desde tiempos remotos. Y sí, es así. No obstante, aún se tiene cierto pudor para con el tema y es momento de que ello cambie o de que, por lo menos, nos demos (todos, como nicho social) la oportunidad de entender que el hecho de que un ser humano tenga una edad x no le exime de sentir atracción y mucho menos de sentir deseo sexual. Por el contrario, tanto en hombres como en mujeres, es una edad en la que el placer es una constante de vida y goce completo; un ciclo en el que el cuerpo tiende a hacerse más llamativo, erótico, si así se le quiere describir. Una etapa de la vida en la que, igualmente, podemos sentirnos deseosos, más dispuestos a experimentar nuevas cosas; más pacientes y conscientes de que la eyaculación o el orgasmo no son el objeto base de una unión tan natural y, por consiguiente, biológica, como lo es la sexual.

 

Pero, ¿y si esa persona, además de ser mayor, tiene ya una pareja, un compromiso sentimental formalizado?

En este punto, hay que tener la total madurez como para sentarnos y analizar (ahora sí) los pro y los contra de lo que esto puede implicar. Igualmente, tener la capacidad de proponer unos términos que esclarezcan la situación y que eviten, posteriormente, una confusión o que afecten y hieran a una de las dos partes. Porque es que es importante, ante todo, sea como hombre o mujer, aceptar que ser la punta de un triángulo amoroso no es sencillo y que, muy probablemente (aunque puede haber excepciones), una de esas partes no estará al tanto de lo ocurrido. ¿Qué significa esto? Pues que debemos tener la valentía de responder a la pregunta “¿En realidad me siento dispuesto(a) a tener una relación no formal con alguien que, además, ya tiene pareja?” Responder a tal cosa es primordial. De lo contrario, lo recomendable es no ceder y tener, del mismo modo, la voluntad de decir NO; “no me siento capaz, esto me lastima”. Decir NO, aunque no nos convenza del todo, en su momento, podría ser lo más sano que se haga; claro, si así, como ya se mencionó, lo sentimos. No obstante, y si nos sentimos con la seguridad a flor de piel; si sentimos que lo que simplemente queremos es pasar un buen rato, disfrutar y conocer del sexo con un hombre o mujer mayor, pues a por ello. Es algo que, a fin de cuentas, y pese a que para muchos – todavía – no queda tan claro o fácil de asimilar, fortalece, en la mayoría de las veces, aquellas relaciones que se han venido deteriorando o que han caído en la monotonía.

 

Así que… Si son de los que dicen: “me siento capaz, esto no me lastima”, siéntanse en la libertad de devorarse el mundo y, bueno, a ese cuerpecito divino que los hace vibrar desde la punta de los pies hasta el techo de la pura imaginación.

 

RESERVAR