En todo encuentro erótico hay un personaje invisible

y siempre activo: la imaginación.

Anónimo

 

 

El origen del masaje erótico es todo un enigma. La única información base que se tiene acerca de ello es que surgió a partir de conocimientos ya planteados del masaje medicinal y que se dio en Roma a raíz de las evidentes necesidades que, como seres sintientes y sexuados, teníamos en su momento y que aún tenemos: el sexo. Pero hay que ser claros en algo y es que, pese a que las expresiones de este ámbito, para la época, eran algo distintas y se centraban, además, en rangos de poder (femenino o masculino), se empleaban gestos de cariño o amor tales como las caricias y los besos, ambos como umbral o entrada a, precisamente, el arte del masaje erotizado. Este término, además, masaje, no se utilizaba en la antigüedad; simplemente se practicaba como medio curativo o amortiguador de dolencias totalmente corporales y, de hecho, espirituales. No obstante, y con el transcurso del tiempo, se ha venido empleando como medio de comunicación entre parejas. Es una práctica erótica que estimula los sentidos y que incrementa la capacidad de comprensión y la intimidad misma; eleva el deseo sexual, la sensualidad; y cumple las veces de juego preliminar, de tal modo que prepara mejor el cuerpo y la lubricación de los genitales para el acto sexual, posterior a éste.

 

 

Pero el masaje no sólo data como invención románica, también fue tomado por la cultura oriental, denominada más específicamente como “la cuna de los masajes eróticos”, gracias a la cual, y muy para nuestra fortuna, se perfeccionó la técnica y se amplificaron los estilos de los mismos, tomando como referente experiencia en el campo de los masajes tántricos y, a su vez, mayor fuerza y aceptación por parte de la sociedad. Es éste, la India, el país del cual se tiene información más completa en cuanto al surgimiento de los masajes de este tipo, considerados, luego, como práctica artística basada en unos patrones determinados y técnicos, con el fin de generar placer al receptor o, en su defecto, a la pareja de una persona x. Respecto a fechas exactas, se puede decir que el descubrimiento de este arte se remonta a los siglos 480 y 400 a.C. Es una actividad milenaria, que se ha ido mejorando y que, actualmente, cuenta – incluso – con compendios teóricos adecuadamente planteados y enfocados en el bienestar de quien lo disfruta.

 

Sumado a lo anterior, el masaje tántrico tuvo gran relevancia entre los siglos XI y XII y fue considerado, debido a esto mismo, como filosofía de vida; un modo de ver y sentir el erotismo, cuyos textos, como ya se dijo, se empezaron a proliferar y a convertir en grandes productores de conocimiento en torno al amor y las habilidades de seducción y relajación corporal. Pues para nadie es un secreto que los seres humanos, sin excepción alguna, nos hallamos en una búsqueda imparable de placer y satisfacción, permitiendo esto – entonces – que el masaje erótico se convierta en un eficiente medio de exploración corporal y canalizador de los sentidos de los que disponemos. Pero esto de dar o recibir un masaje no es sólo cuestión de querer darlo o recibirlo; es importante también un acuerdo anterior al acto en sí, con el que se logre concretar una lectura adecuada del cuerpo participante / receptor, ofreciéndole así un momento de felicidad, de goce y clímax, si es posible, absolutos. Por este mismo motivo, si se desea asistir a un centro de masajes profesional, lo ideal es averiguar por la razón social del sitio; los prestadores de tal servicio, el tipo de masajes que se ofrece, los elementos que se usan para llevarlos a cabo; investigar acerca de la preparación de los mismos, etc. Si, por el contrario, lo que se anhela es realizarse un masaje en pareja, más íntimo e impersonal, lo recomendable es, como mínimo, instruirse un tanto y tener presente los puntos sensibles o riesgosos de adolecerse si se usan movimientos muy fuertes. Pero, en general, lo interesante es juguetear con el otro; conocer los beneficios de los masajes eróticos a través de la propia experiencia; dejarse llevar, relajar la mirada, el gusto, el olfato, el tacto. Porque es que se debe recordar que en pareja todo debe ser más tranquilo, sin temores o pudor; por lo que masajear con la lengua o palpar y besar aquellos puntos sensibles no tendría restricción alguna. Así que a disfrutar. No queda de otra. Esto es lo que la universalidad ha puesto ante los insaciables ojos del hombre: experiencia, deseo y placer. ¿Para qué más? Sólo queda divertirse, sentirse erótico, apasionado, libre de tomar decisiones riesgosas que el único peligro que impliquen no sea más que el recuerdo de una madrugada o tarde o noche atestada de emoción, curiosidad y, bueno, ¿por qué no?, perversión (en todo el sentido de la palabra).

 

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