“Perderse en el sexo es un placer; encontrarse en él, una bendición.”

Anónimo

 

 

Si te preguntan qué es el kamasutra, ¿sabrías responder? ¿O al menos lo harías adecuadamente?

 

Para empezar y, antes de ahondar un poco en esta creación que, por cierto, es más literaria e histórica que sexual, se debe desglosar la palabra kamasutra; separarla y dar su verdadera definición, bien distinta de la que, como te contamos, se tiene en nuestra sociedad. Kama, por un lado, significa «placer sexual» y Sutra, por el otro, «a un hilo, regla o frase corta». Es decir que el concepto de esta palabra hace referencia a «aforismos sobre la sexualidad».

 

El Kamasutra es, en realidad, una obra literaria de la que no se tiene muy en claro su origen; pues se conoce la teoría de que fue hecha entre el siglo II y el siglo IV después de Cristo por un personaje llamado Vatsiaiana, del que se dice fue un religioso de la India y que, además, vivió su infancia al lado de una tía que dedicó su vida a la prostitución; situación que, tal vez, influyó sobremanera en el interés del autor por el arte de la seducción. Mas el libro no contiene sólamente posturas sexuales, tal como pensamos; de hecho, sólo se habla en una parte del tema. Este compilado consta, en total, de treinta y seis capítulos, a través de los cuales se habla acerca del erotismo, el romanticismo y la familia; tomando como contexto referencial las creencias budistas, hinduistas y jainistas; todas éstas, si se obvian por un momento situaciones como el patriarcado, van encaminadas hacia la liberación del alma, bien coherente, si se le analiza detenidamente, con lo ideado por Vatsiaiana. De igual modo, profundiza en la vida sexual que se llevaba en épocas y culturas pasadas; introduce al lector en formas de conquistar y cortejar a las doncellas; en el modo en cómo debe llevarse un matrimonio; cómo deben comportarse, tanto el esposo como la esposa; además y, aunque suene extraño para el tiempo en el que se estaba, Vatsiaiana planteaba la idea de poseer, en el caso de los hombres, a mujeres ajenas y sugería una serie de acciones por medio de las cuales se satisfacía tal deseo. Es un libro que, posteriormente, exactamente en el siglo XIX, al ser ya editado por varias fuentes, generó polémica entre la gente más conservadora del momento; no obstante, fue bien recibido y estudiado por el resto, dando así un giro interesante a la percepción que se tenía hasta entonces de toda práctica sexual.

 

Respecto a las posturas propuestas por el escritor Vatsiaiana, dentro del libro se descubren sesenta y cuatro en total, las cuales parten de ocho aspectos principales (“abrazos, besos, arañazos, mordiscos, maneras de acostarse, emitir gemidos, tomar la parte del hombre y el amor con la boca” (Vatsiaiana, 1.999)) que dan cuenta, una vez más, de la trascendencia de tener una mente más abierta y dispuesta a, por consiguiente, elevar la imaginación conforme se eleva el espíritu. Son “posturas” que tienen como finalidad, aparte del placer carnal, incentivar la sensualidad y poner a hombres y mujeres en un mismo plano (no más ni menos) con respecto al erotismo. Dichos aspectos acentúan, así mismo, la longevidad de la unión sentimental y de cada uno de ellos derivan ocho variedades distintas (entre ésas: gritar y pegar); variedades que, al ser multiplicadas por los ocho aspectos principales ya señalados, dan como producto “sesenta y cuatro”; de ahí la relación de este dato numérico con el contenido inicial del Kamasutra.

 

Finalmente, y sumado a lo anterior, Vatsiaiana toma también como eje central dentro de su obra el beso; le describe como parte indispensable del deseo sexual, haciendo del alma y, aunque se haga repetitivo, otro elemento clave en medio del mundo del arte erótico. ¿O acaso no es posible semejar la tranquilidad absoluta de ésta con el placer mismo? ¿No es, en suma, cuerdo decir que el placer es eso, una especie de dimensión que sólo se alcanza dejando el cuerpo casi libre de sí mismo; en la intersección trazada entre dos polos que, distintos o no (materia tangible / cuerpo, materia intangible / alma), son dominados por el amor, la pasión y, debemos aceptarlo, por algo tan delicioso como lo es un orgasmo? Pensemos en una posición tan simple como ésta: la mujer se halla acostada, con las piernas estiradas y juntas; el hombre se halla encima, penetrándole. Pero no es sólo eso; también le mira, le observa indefinidamente, permitiéndole conocer un estado de desconexión absoluto del mundo en el que normalmente permanecen su cerebro y actuar en general. A esta posición, bastante conocida y empleada desde la antigüedad, se le llama Nirvana, “estado resultante de la liberación de los deseos”, según la RAE (Real Academia Española); nombre que, precisamente, reconfirma lo dicho y atribuye al acto de compartir y compartirse una fase de exaltación corporal inicial y una fase de calma final; ambas trenzadas por una ideología remota pero que, a fin de cuentas, ha permitido atar y desatar pensamientos, pudores y fantasías.

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