El deseo sexual es una emoción, un impulso, una fuerza que nos mueve al encuentro íntimo con otras personas. Nos motiva a relacionarnos, a compartir intimidad, a mantener relaciones afectivas y sexuales, a disfrutar y a sentir placer.

El deseo sexual se produce cuando el cerebro interpreta determinado estímulo como sexual. Ese estímulo puede ser muy variado, tanto entre las diferentes personas e incluso en la misma persona dependiendo del momento. Los estímulos más susceptibles de provocar el deseo son los visuales: imágenes, personas, películas, etc. Y esas imágenes pueden ser o no de sexo explícito. Después tenemos otros que tienen que ver con la imaginación, son fantasías, eróticas o sexuales o recuerdos de hechos eróticos o sexuales vividos que en un momento determinado traemos al presente.

El deseo sexual se considera algo normal y saludable. Se puede vivir con mayor o menor intensidad y puede ocupar un lugar más o menos importante en la vida de las personas. Es posible satisfacerlo a través de diversas conductas sexuales con otras personas, de manera auto erótica, o también aplazarlo. Lo que no podemos es anularlo o hacer que desaparezca.

Una vez que tienes deseo, automáticamente empieza a cambiar el cuerpo: el pene o el clítoris pueden ponerse erectos (duros), sensibles e hincharse, y la vulva o vagina puede sentirse húmeda, lo mismo que la punta del pene.

El deseo sexual (a veces también se le llama “lívido”) es cuando sientes deseo de tener sexo, o cuando tu mente o tu cuerpo se emocionan al pensar en hacer algo sexual, como masturbarte, tener pensamientos o fantasías sexuales, o tener sexo con una pareja.

Se puede sentir deseo al ver a alguien, al estar en contacto con otra persona, al imaginar, al recordar y también puede aparecer de repente, porque el cuerpo reacciona ante un estímulo cualquiera, pues cambia la respiración, aumenta el pulso, crece el tamaño de los pechos y los genitales, puede haber erección en los pezones, el clítoris y el pene, acrecienta la lubricación en la vagina, surgen pensamientos y la imaginación se recrea por algo que puede resultar deseable, ya sea físico, visual o auditivo.

El deseo sexual tiene una función muy importante que es la de impulsarnos a acercarnos a otras personas, facilitando varias cosas fundamentales en la vida, como el placer y la búsqueda de la satisfacción de las necesidades afectivas y sexuales de comunicación, contacto corporal, cercanía e intimidad, afecto, amor y ternura.

Importante es recordar que ésta es una de las muchas posibilidades que nos ofrece el mantener relaciones afectivo-sexuales y que, como todas ellas, es una elección. El deseo sexual juega un papel importante en la supervivencia de los seres humanos como especie.

La vivencia del deseo sexual supone una experiencia subjetiva. Algunas personas pueden sentir vergüenza, culpa, otras vivirlo como algo muy natural; otras pueden buscar estímulos y conductas sexuales que recreen sensaciones placenteras. Depende mucho de las actitudes y mensajes que se hayan transmitido en la familia, la escuela o los medios de comunicación.

Como sabemos, los diferentes sentimientos sexuales pueden ser a veces correspondidos, y otras no. Cuando no nos sentimos correspondidos nos asaltan sentimientos de soledad y frustración, y la experiencia de relacionarnos, de desear, querer y amar puede volverse dolorosa.

En todo caso, la vivencia de los sentimientos sexuales y la resolución de nuestra necesidad de intimidad constituye una experiencia fascinante; un tiempo para reconocernos a nosotros mismos con nuevas capacidades y necesidades, y con un nuevo cuerpo, sus nuevas formas, sus reacciones, sus respuestas, y las posibilidades que éste nos ofrece para el disfrute, la ternura, la alegría, el placer y la satisfacción. Para descubrir a las demás personas y las situaciones agradables, placenteras, divertidas, tiernas que podemos experimentar, disfrutar y compartir.

El deseo sexual se basa en una interacción compleja de muchos factores que afectan la intimidad, como el bienestar físico y emocional, las experiencias previas, las creencias, el estilo de vida y la relación actual.

Los deseos sexuales de las mujeres fluctúan naturalmente a lo largo de los años. Los altibajos generalmente coinciden con el comienzo o el final de las relaciones o con grandes cambios en la vida, como el embarazo, la menopausia o alguna enfermedad. Algunos medicamentos utilizados para los trastornos del estado de ánimo también pueden causar un bajo deseo sexual en las mujeres.

Los síntomas del deseo sexual bajo en las mujeres incluyen no tener interés en ningún tipo de actividad sexual, incluida la masturbación, nunca o casi nunca tener fantasías o pensamientos sexuales y preocuparse por la falta de actividad sexual o de fantasías.

Una gran variedad de enfermedades, cambios físicos y medicamentos pueden también causar la disminución del deseo sexual entre las mujeres.

El dolor durante las relaciones sexuales o la falta de orgasmos pueden disminuir el deseo sexual, así como muchas enfermedades no sexuales pueden afectar el deseo sexual, como la artritis, el cáncer, la diabetes, la presión arterial alta, la enfermedad de las arterias coronarias y las enfermedades neurológicas.

Hay muchas causas psicológicas que puede afectar el deseo sexual en un hombre. La depresión, la ansiedad, el estrés, el alcoholismo, el uso de drogas ilegales, experiencias sexuales negativas en el pasado y la fatiga pueden ser factores en la pérdida del deseo sexual en los hombres.

Ciertos medicamentos recetados, en especial los antidepresivos llamados «inhibidores selectivos», disminuyen también el deseo sexual, Además, fumar disminuye el flujo sanguíneo, lo que puede disminuir la excitación.

Las cirugías relacionadas con los pechos o el aparato genital pueden afectar la imagen corporal, la función y el deseo sexuales. La fatiga por haber cuidado niños o familiares que están envejeciendo puede contribuir a la disminución del deseo sexual. La fatiga por enfermedades o cirugías también es un factor de disminución del deseo sexual.

Los problemas de pareja pueden ser un factor importante en relación con la disminución del deseo sexual, tales como falta de conexión con la pareja, conflictos o peleas sin resolver, comunicación deficiente de las necesidades y preferencias sexuales y problemas de confianza, entre otras. Por eso se piensa que, si no se tiene relaciones sexuales con la pareja, es que algo no va bien.

 

Juan Guillermo Londoño Berrío.

 

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