“Sólo en las regiones de la fantasía es dado crear; crear es la misión del genio.”

José María Vargas Vila

 

Pese a la carencia de datos afines a las fantasías sexuales y sus causas de producción, tanto sociólogos como psicólogos continúan realizando investigaciones al respecto. Estas últimas, aunque, de nuevo, no con muchos resultados obtenidos en concreto, han logrado reconfirmar lo imprescindibles que son las fantasías de este tipo (sexuales) para llevar una vida sexual saludable y activa. Para entender un poco más el tema, es necesario definir dichas fantasías como pensamientos sexuales; no obstante, no pueden confundirse ambos términos, puesto que el primero (fantasías sexuales) es mucho más enfático y explícito; y el segundo se emplea de un modo más global y permite discernir entre lo que para Renau y Byers son los Pensamientos Sexuales Positivos (PSP) y Pensamientos Sexuales Negativos (PSN). Y, bueno, la idea no es confundir a nuestros lectores ni hacer del presente texto un tratado minucioso de lo que es todo esto para ramas tan extensas como las que ya señalamos (la sociología y la psicología); por el contrario, la idea es abrirnos un tanto más a estos conceptos que, complejos o no, pueden ayudarnos como sociedad a entender ciertos factores y a aceptar también parte del mundo casi interminable que constituyen, hoy día, las prácticas sexuales.

 

Las fantasías sexuales, en general, radican en nuestras vivencias y experiencias, sean dadas éstas durante la infancia o la adultez. Posteriormente, y es ese el punto al que deseamos llegar, se van desarrollando en nosotros ciertas ideologías y formas de habitarnos a nosotros mismos. Vamos explorando lo que se define como deseo, pero no solamente y, como también se ha mencionado en artículos anteriores, partiendo del ámbito biológico, sino del constructo identitario género, ése que emerge de la cultura, religión, hábitos familiares y muchos otros ítems que ya conocemos. Y es que la identidad, el hecho de reconocernos más que como seres humanos / seres vivos, nos otorga a todos la oportunidad de romper con aquellos estándares o estereotipos y normas tradicionalistas que se han venido implantando desde el mismo momento en que El Hombre, por razones aun no conocidas (hay demasiadas teorías), puso sus pies en la Tierra. Nos permite, igualmente, de forma adaptativa, relacionarnos con el otro / los otros en el plano sexual. Vivenciar los tipos de fantasía que Renaud y Byers proponen, los cuales son: fantasías íntimas, fantasías exploratorias, fantasías sadomasoquistas y fantasías impersonales. Las primeras hacen referencia a aquellas situaciones de carácter diádico (pareja de dos seres), incluso romántico; las exploratorias incluyen pensamientos sexuales dados con varias personas; las sadomasoquistas y, como su nombre lo indica, hacen referencia a actividades de dominación y sumisión; y las impersonales hacen énfasis en aquellas ideas fetichistas o parafílicas. Del mismo modo, estas subdivisiones implican unos afectos arraigados a nuestros modos de vida previos y son, exactamente, los PSP y los PSN; pues de acuerdo al estado emocional con que hayamos crecido, recurrimos a determinadas acciones e imaginarios; y, por ende, cosa no menos importante, ayudamos a la ciencia misma a entender que nuestras personalidades, en definitiva, hablan más que poco de nuestra actividad y pensamiento sexuales.

 

Por otra parte, las fantasías sexuales pueden darse de manera voluntaria e involuntaria, pueden ser o no controladas y, al mismo tiempo, pueden ser o no positivas. Es decir, por ejemplo, que una persona que haya vivenciado alguna situación de acoso durante su infancia, puede tener pensamientos de sumisión que le generen placer e identificarse éstos como PSP y PSN a la vez; pues, positivamente, se genera una excitación en quien evoca tales ideas; y, negativamente, se está esbozando un escenario placentero (o no) a raíz de vivencias hirientes, las cuales no pueden – además – determinarse como adecuadas o no adecuadas.

 

Dentro del plano de poder enmarcado por una sociedad católica y falocéntrica, las fantasías sexuales cumplen con una labor que va más allá de la seducción y el orgasmo. Desgarra (por así decir) la estructura hombre / mujer y dominante / sumisa respectivamente; pues gracias a este mundo moderno y mucho más susceptible al cambio y a estudios congruentes al tema, se ha demostrado que los hombres, aunque naturalmente dominantes y poderosos, también fantasean con el hecho de ser dominados; así mismo, las mujeres, aun con una caracterización de debilidad impuesta por dicha sociedad, fantasea con dominar y “tomar las riendas del asunto”. Es acá, entonces, cuando debemos sentirnos maravillados de no pausarnos en las garras de una evolución determinista y fijada meramente en el objetivo reproductivo. Debemos sentirnos afortunados de que el sexo supere las normativas de una iglesia que ha querido limitar nuestros pensamientos; ya que éstos sean positivos o negativos depende o, más bien, de nuestra percepción para con la sexualidad misma y sus derivados. O sea, la fantasía, el pensamiento y, en concreto, el deseo, no deben ser síntoma de vergüenza o preocupación, a menos que se haga latente la necesidad de estarse siempre bajo su dominio y se torne insoportable y nada satisfactorio.

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