Según la Real Academia Española, la adicción es “Dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico.” Y su derivado del latín es addictus, es decir, “dedicado a” o “entregado a”. Pero el verdadero objeto de estudio, en esta ocasión, no es la razón etimológica de la palabra o concepto como tal, sino su significado y aplicación dentro del tema que nos incumbe: el sexo. Esta última palabra, a su vez empleada para diferenciar un ser femenino de uno masculino (mulieris y virilis respectivamente, en la antigüedad) se ha convertido no sólo en eso, en una herramienta de designación de género e identidad, sino también en un vasto mundo de cuerpos dotados de deseo, atracción y, aunque suene primitivo, de necesidad orgánica. Y sí, es que el sexo es todo esto, un cúmulo de sustancias químicas tales como oxitocina, prolactina, serotonina, dopamina, noradrenalina; todas, dadas como complemento al sentir y al experimentar. Es una actividad arraigada a la naturaleza humana. Puede considerarse, de hecho, como un ritual u homenaje al placer de existir (hablando muy metafóricamente); como un acto necesario y que, además de beneficiar la salud y elevar la energía, nos embellece emocionalmente. Pero, como no todo es color de rosa, hay que ser claros y capaces de reconocer que este queridísimo amigo, el sexo, también es empleado como medio de somatización; se le usa para reducir cuadros de ansiedad, estrés e incluso depresión. Y bueno, no está mal, de vez en cuando, descargar todo aquello que nos hiere o impide llevar nuestras vidas calmadamente a través de la complacencia; lo malo es hacerlo indiscriminadamente y no reconocer, en su momento, las afecciones que pueden darse a raíz de ello. Por ejemplo y, para hablar más claramente, puede citarse una situación en la que hallas tenido relaciones sexuales con “X” persona; lo disfrutaste, te sentiste complacido(a); sin embargo, luego notas una sensación de tristeza, de dolor, culpa, frustración. Te das cuenta, de pronto, de que cada vez que te das a todo esto (al acto sexual) es a raíz de una compulsión imparable e hiriente que, aunque suene chistoso para quienes no lo sufren, genera también una alta degradación interna y psicológica. Sumado a esto, el adicto sexual, si tiene una relación de pareja estable, ya no querrá más estar con él (o ella) porque lo sentirá indebido, e igualmente, culposo; su ámbito familiar, social y laboral también se verán afectados y perderán total equilibrio. El afectado, entonces, hará lo posible por obtener placer, hasta el punto de usar medios como la pornografía, las cuentas de chat erótico, y todos estos elementos que se usan comúnmente para “divertirse”; buscará, de cualquier forma, obtener su cometido, así esto implique la generación de una irrisoria cuenta de cobro.

 

Por todo lo anterior, hacemos un llamado a las buenas prácticas sexuales y a una idónea educación del mismo campo; esto último, en caso tal de que se tenga hijos. Pues, entre todas las causas de este tipo de adicción, se hallan las creencias familiares, las cuales – en su mayoría – castran abruptamente el hecho de autoconocerse y de experimentar, así mismo, todo aquello que fortalezca una vida sexual sana y activa. También se hallan, dentro de dichas causas, una baja autoestima o, en general, problemas no solucionados que se acrecientan conforme el transcurso del tiempo. 

 

En pocas palabras, en estos casos, lo ideal es buscar la ayuda de un profesional, pero teniendo, primero, la capacidad de reconocerse a sí mismo, enfrentarse, y aceptar que se tiene un problema. De lo contrario, no existirá ayuda o solución que erradique la adicción. Respecto al tratamiento a realizar, puede decirse que abarca todas las áreas de vida de la persona que padece la enfermedad; lo que se busca es analizar el estado de ánimo del paciente, afianzar o recuperar su autoestima, incrementar su tolerancia a la frustración y, como ya se mencionó, en caso de contar con una relación sentimental formal, proceder para que el campo sexual se active nuevamente y desaparezcan los sentimientos de culpa y todas aquellas sensaciones negativas que le impiden hacerlo.

 

Finalmente y, a manera de recordación (no se te puede olvidar), el sexo debe ser espontáneo y abierto a toda posibilidad, a toda locura e idea se esboce en tu cabeza, mas eso no te exime de ser responsable y protegerte. Y esa responsabilidad, valga aclarar, no solamente hace referencia a la prevención de embarazos o enfermedades que de este tipo; también hace referencia al cuidado propio e interno, a la salud mental y a esas acciones que, de alguna u otra forma, pueden irte envolviendo en un universo que, pese a que pinte bien, único, maravilloso, inicialmente, puede cambiar y pasar a colores grises, oscuros, difíciles de reemplazarse nuevamente.

 

Esperamos, entonces, que con todo esto sepas poner freno a tus impulsos y decir basta cuando, en vez de gozar, sufras.

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