Según la museóloga y artista multidisciplinar Roser López Monsó (1.973 – 2014), “el cuerpo erótico es una construcción cultural cambiante”, y así lo constata aún más claramente en su texto “El cuerpo erótico: oculto y desvelado. Un diálogo entre el deseo y las prendas de vestir”; texto con el cual releva la belleza femenina y masculina, concepto que, aunque cambiante conforme el transcurso del tiempo, se ha venido complementando, desde lo más remoto de la historia, con elementos, atavíos e indumentarias arraigados a un contexto socio – cultural determinado. Dicho contexto, por ejemplo, y más específicamente, hablando de principios del siglo XX, evidenciaba el uso de corsés y vestidos pomposos o simplemente con mangas largas y cuellos altos, cuyas telas y modos de confección impedían visualizar más explícitamente la desnudez, en este caso, de la mujer. No obstante, y con el advenimiento de una sociedad más abierta y libre, se implantaron nuevos diseños que aportaban a la mujer, además de un tanto más de ligereza y comodidad en las prendas de vestir, mayor propiedad en cuanto a erotismo y sexualidad se trataba. Pero todo esto, y como es de suponerse, implicó, ha implicado e implicará una lucha ardua e incesante; pues como señala la autora, la mujer ha sido más sexualizada que el hombre, no sólo por la influencia occidental que tenemos, cuyas ideologías son la heterosexualidad y el patriarcado, sino también por esa necesidad primitiva y, sobre todo, naturalizada de sumirse ante la “supremacía” del hombre.

 

Por todo lo anterior, y una vez más, se rescata la idea de que cada pieza es imprescindible dentro del armazón de la historia. Algo tan simple como esto: un jean, un crop top, un panty, traen en sí mismos un relato robusto que, aparte de esclarecer ciertas polémicas, explican la verdadera funcionalidad e intención con que se crearon. Por tanto, es errónea la idea de conjeturar que la razón de ser de una mini falda es la mera atracción sexual masculina (según la idea base del patriarcado); por el contrario, lo que se ha venido tratando de hacer es excarcelar a la mujer de su cuerpo y defender su sexo; entenderla en todo el sentido de la palabra y abandonar de una buena vez y por todas esa idea retrógrada de percibirla como simple objeto sexual. Y es que en verdad es necesario recorrer los parajes más recónditos de nuestra existencia para, hoy, hacer una especie de alabanza a esos seres sagrados que hicieron de la seda lo que es actualmente: simulación de la piel, información sensual. Es debido saber que un simple pijama o un par de medias veladas, o unas ligas, o una tanga (entendida como la prenda más sexual) nos otorga la posibilidad de conectarnos con ese juego misterioso de lo previo y lo desconocido pero que es, en definitiva, imaginado; que nos absuelve de toda castidad pero que a la vez nos protege de dejar de ser lo que somos (lo que queremos ser). La función del vestuario, en este ámbito, es remarcar los atributos que tenemos; remarcar nuestra identidad y decirle al mundo: “Aquí estoy yo. Estoy para sentirme libre, para sentirme sensual, sexual, natural, erotizado(a), querido(a), amado(a), vivo(a).

 

Estamos ahora en pleno siglo XXI y, pese a que, como ya se mencionó, la lucha es constante, la invitación que se le hace a usted, grato(a) lector(a) aficionado(a) del goce y del placer, es a que disfrute de forma consciente y respetuosa la belleza propia del cuerpo. Así mismo, le invitamos a disfrutar de sus preferencias y fantasías sexuales; a que se sienta en toda la libertad de escudriñar en su clóset y entender que cada tela que use se verá incompleta sin la esencia de su cuerpo y marca personal. Porque la base del erotismo es esto; es el modo en que usted camina y, más en concreto, ese gusto que, aunque narcisista, le convence de ser y sentirse sexy, atractivo(a), radiante, completamente empoderado(a). La idea es que lo haga sin duda alguna, pero amándose y respetándose a sí mismo(a) por encima de cualquier cosa; aceptando, igualmente, las diferencias y preferencias de los demás y teniendo el ingenio de, como hombre, mujer, gay, queer, trans, etc., vestirse para erotizarse (si así desea), si se le viene en gana, para sí mismo(a), o para esa persona que le trasnocha y le quita el sueño. Le invitamos a usted, mujer o no, a romper los esquemas y estereotipos y ponerse aquella tanga que ha deseado ponerse y no ha hecho por vergüenza o miedo a ser ridiculizado. Le recordamos que cada acción, por pequeña que sea, aporta al cambio y que estamos todos a favor de la defensa de la sexualidad, del erotismo, del valor que tenemos. Le recordamos que la sensualidad se ha expandido y que no sólo aplica para “mujeres.

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