El proceso de excitación sexual es un tanto complicado, sin embargo, se puede definir como una respuesta tanto física como mental a los estímulos sexuales que pueden ser desde leer relatos eróticos, hablar de sexo, hasta el contacto físico.

A partir de las investigaciones en sexualidad se ha descubierto que existen dos formas de experimentar la excitación sexual, una de ellas es el deseo sexual espontáneo, que no es más que la experiencia de excitarse de forma imprevista; la otra, el deseo sexual receptivo, que es cuando una persona primero se siente físicamente excitada y luego siente deseos de tener relaciones sexuales como respuesta a esa excitación física.

La excitación sexual libera varias sustancias químicas cerebrales que aceleran el sistema de placer. La primera es la llamada dopamina que proporciona placer y produce una recompensa en el cerebro.

La segunda hormona del deseo sexual son los estrógenos en las mujeres y la testosterona en los hombres. La tercera son las feromonas, que son unas hormonas que favorecen la atracción sexual. También hay algo de adrenalina, que aumenta la frecuencia cardiaca y estimula la circulación sanguínea. Todo ello lleva a superar la fase del deseo y entrar en la de excitación en la que comienzan a secretarse endorfinas de manera creciente hasta alcanzar el orgasmo.

La excitación sexual se produce cuando el cerebro interpreta determinado estímulo como sexual. Ese estímulo puede ser muy variado, tanto entre las diferentes personas e incluso en la misma persona dependiendo del momento.

Los estímulos más susceptibles de provocar el deseo son los visuales: imágenes, personas, películas. Y esas imágenes pueden ser o no de sexo explícito. Después tenemos otros que tienen que ver con la imaginación, son fantasías, eróticas o sexuales o recuerdos de hechos eróticos o sexuales vividos.

La excitación puede producirse auto estimulándose o con una pareja. También cuando se tienen fantasías o pensamientos sexuales, o cuando se lee, se mira o se escuchan mensajes o contenidos eróticos. La excitación también puede ocurrir cuando se tocan algunas partes del cuerpo que son muy sensibles. Sin embargo, no todas las personas se sienten excitadas sexualmente cuando se tocan o las tocan.

Cuando sucede una excitación sexual en el cuerpo del hombre y la mujer se experimentan algunas reacciones físicas y cambios emocionales, como por ejemplo, aumento del ritmo cardiaco, de la respiración y de la presión arterial y también la temperatura se eleva. También el pene y el clítoris se vuelven sensibles y se ponen erectos, y la vulva y la vagina pueden sentirse húmeda, lo mismo que la punta del pene.

En el caso de las mujeres los pezones, labios vaginales y clítoris se llenan de sangre, la vagina se lubrica (se pone húmeda) y se expande. En el hombre el pene se pone más duro y se para (a esto se le llama tener una erección).

El deseo sexual es diferente para todas las personas. El número de veces que las personas sienten ganas de tener sexo es algo muy personal. Y no existe una cantidad de deseo sexual que sea normal. El deseo sexual y el interés en el sexo son diferentes para cada persona y pueden cambiar con el tiempo.

El deseo sexual puede cambiar por cosas como el estrés, por algunos medicamentos y otros factores físicos, emocionales y el estilo de vida que se lleva.

Algunas personas sienten deseos de tener sexo todos los días o más de una vez al día. Mientras que otras personas no quieren tener sexo casi nunca o nunca.

También, algunas personas necesitan tener una conexión emocional fuerte con alguien para sentir interés en tener sexo y otras que no lo necesitan, o incluso no quieren tener una conexión emocional con quienes tienen sexo.

La excitación es pues el incremento de la tensión sexual hasta llegar a valores máximos de intensidad y puede lograrse a través de todos los sentidos, principalmente por el tacto, pero también intervienen el oído, la vista y el olfato.

Por lo general, encontramos que los hombres suelen tener una respuesta excitatoria más rápida que las mujeres. Todo esto se debe entre otros muchos motivos a que su sistema hormonal suele ser más estable y, de forma general, que su respuesta a los estímulos es más sencilla que en las mujeres.

En el caso de las mujeres, ellas se pueden excitar más fácilmente a través de estímulos auditivos y táctiles. Cuando una mujer está realmente excitada puede experimentar ciertas reacciones fisiológicas que no siempre son visibles. En cambio en los hombres, la excitación se evidencia físicamente con facilidad. La erección es la clave para saberlo.

El deseo sexual cambia a lo largo de la vida por razones mentales, emocionales y circunstanciales. Por ejemplo, el interés sexual femenino fluctúa naturalmente a lo largo de 4 fases en la vida de una mujer, desde la pubertad hasta el embarazo y en el posparto y más allá de la menopausia.

En el caso de las mujeres, el deseo sexual es influenciado por el ciclo menstrual, los anticonceptivos hormonales, las relaciones afectivas, la infertilidad, el embarazo, el amamantar, la menopausia, problemas médicos, ciertos medicamentos, la educación sexual previa, traumas, imagen corporal, estrés, entre otros.

La vivencia del deseo sexual supone una experiencia subjetiva. Algunas personas pueden sentir vergüenza, culpa, otras vivirlo como algo muy natural; otras pueden buscar estímulos y conductas sexuales que recreen sensaciones placenteras. Depende mucho de las actitudes y mensajes que nos hayan transmitido en la familia, la escuela, los medios de comunicación y hasta la cultura.

En conclusión, el deseo sexual es algo normal y hasta saludable. Se puede vivir con mayor o menor intensidad, puede ocupar un lugar más o menos importante en nuestra vida y podemos decidir satisfacerlo a través de diversas conductas sexuales con otras personas, de manera autoerótica, o también aplazarlo. Lo que no podemos es anularlo o hacer que desaparezca.

 

Juan Guillermo Londoño Berrío

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